La fatiga pandémica es el resultado de mantener un estado de ansiedad/estrés ante un peligro de forma prolongada en el tiempo. Nuestro sistema está perfectamente preparado para soportar incertidumbre, miedos o peligros, tiene sus propios mecanismos para hacerles frente pero si se mantienen durante un tiempo prolongado ese desgaste acumulativo debilita el propio sistema. Así, la fatiga pandémica son síntomas derivados de la enfermedad del COVID-19 (hipervigilancia) que lleva un año entre nosotros.
Los síntomas principales son el cansancio crónico, la desmotivación, síntomas propios de estados ansiosos y depresivos pero además, esta sintomatología puede derivar en trastornos del sueño, de la alimentación, etc.
¿Y qué podemos hacer?
–Cuidar lo que pensamos porque así es como podemos manejar nuestras emociones y nuestros actos. Procurar pensar bien (sin distorsiones cognitivas o ideas irracionales) día a día. Estar “aquí y ahora” a través, por ejemplo, de la meditación.
–Filtrar la información a la que nos exponemos. Procurar no estar «sobreinformados» y que no toda la información que recibamos sea monotemática o triste.
-Hacer ejercicio físico por lo menos 150 minutos semanales al aire libre o en plena naturaleza (necesitamos la Vitamina D que proporciona la luz solar) siempre que se pueda.
-Intentar hacer cosas nuevas, actividades agradables, sobre todo en el tiempo que se pasa a solas. Intentar disfrutar de este tiempo y hacer aquellas cosas que, dentro de lo permitido, siempre se quisieron retomar o empezar; por ejemplo, comenzar a escuchar un podcast sobre un tema que nos interese y que nos haga aprender algo nuevo cada día o retomar el aprendizaje de un idioma.
–Mantener contacto con nuestros seres queridos asiduamente. Comunicar nuestros sentimientos, sensaciones si creemos que necesitamos ese apoyo; normalizar lo que sentimos.
-Pedir ayuda a un especialista si la sintomatología está afectando significativamente a nuestro desempeño en varias áreas de nuestra vida: familiar, persona, laboral, social, etc.
