Bullying, Ciberbullying, moobing, grooming…o cualquier otro tipo de abuso o acoso moral pueden ser más fácilmente entendidos si atendemos a la capacidad empática de sus perpetradores pues en todas estas “prácticas” se cosifica a la víctima, se la deshumaniza.
La empatía es la capacidad que tenemos las personas para reconocer y comprender las emociones de los otros; es la facultad para percibir e incluso compartir la experiencia del otro. No es, como ocurre habitualmente en la Psicología, un constructo que se entienda como “ser el más empático” o “no ser nada empático” sino más bien, un continuo gradual en el que la mayoría nos encontramos en el medio y somos capaces de sentir empatía y compasión aún existiendo diferencias individuales.
El profesor Simon Baron Cohen y su equipo de la Universidad de Cambridge han trabajado profundamente sobre la empatía (concretamente sobre aquellos perfiles que carecen de ella) de forma que han encontrado que está formada por dos componentes: por un lado, la empatía cognitiva y por otro lado, la empatía afectiva. La empatía cognitiva es la capacidad de imaginar los pensamientos y sentimientos del otro, de ponerse uno mismo en el lugar del otro (la definición común que tenemos sobre la empatía) mientras que la empatía afectiva es el impulso a responder con una emoción apropiada a lo que alguien está pensando o sintiendo. Por ejemplo, en un funeral, la empatía cognitiva nos permitiría comprender que las personas allí reunidas sientan tristeza, rabia, desazón y muestren reacciones de lloro mientras que la empatía afectiva nos impulsaría a mostrar actitudes de compasión mostrando reacciones de acercamiento como abrazos, palabras de consuelo, etc.
Dada esta diferenciación, Baron Cohen defiende que una baja empatía afectiva es lo que explicaría la crueldad humana; sin embargo, el “matón” del colegio, el jefe abusivo, el grupo opresor o el adulto abusador no carecen de todo tipo de empatía: si bien se registran niveles muy bajos de empatía afectiva, su capacidad de empatía cognitiva, de la comprensión de las emociones de la víctima, es muy alta y por esto engañan, manipulan y coaccionan una y otra vez a su objetivo y al entorno que les rodea (los apáticos, aquellas personas testigo o colaboradoras necesarias que se encargarán del “trabajo sucio” o simplemente se mantendrán en silencio bien por miedo a ser la próxima víctima o por su propia falta de empatía) sin los que no podrían perpetuar su daño.
Si incluso los causantes y responsables de estas acciones no carecen completamente de empatía… ¿Cuáles son los factores que pueden explicar esta erosión de la empatía en algunas personas? Según los estudios de Baron Cohen uno de los factores que explican estas conductas erráticas es la obediencia a la autoridad como se puede apreciar en el experimento de Stanley Milgram de la Universidad de Yale en el que algunos participantes propinaron descargas eléctricas a otras personas porque así se lo exigía una autoridad; así, obedecer órdenes sin cuestionamientos podría erosionar la empatía de estos participantes. Otro factor social sería la ideología que lleva a determinadas personas a la convicción de que están haciendo lo correcto; por ejemplo, en casos de atentados como los del 11- S o el ocurrido en Las Ramblas de Barcelona aunque no sea posible determinar la empatía que tenían antes de estos actos. El tercer factor serían las relaciones de los grupos de inclusión y exclusión: si se deshumaniza al “enemigo”, se pierde empatía pero se tiene la creencia de permanecer en el “bando correcto” (apatía).
Gracias a sus investigaciones se conoce la gran diferencia de capacidad empática entre distintas patologías. Por ejemplo, las personas con Autismo tienen problemas con la empatía cognitiva por motivos neurológicos por lo que suelen sentirse confundidos por las intenciones, sentimientos y pensamientos de los otros pero su empatía afectiva permanecería intacta pues pueden sufrir si ven a otra persona sufrir; sin embargo, en el caso de la Psicopatía (en parte por factores biológicos: genes, hormonas y regiones cerebrales dañadas) y otros trastornos psicológicos se encuentra una alta empatía cognitiva pero una baja empatía afectiva sabiendo que está mal lo que hacen y dándoles igual el daño que puedan infligir a los otros.
En definitiva, una persona empática no sólo identifica y comprende lo que sienten los demás por sus gestos, sus miradas, sus palabras, etc. sino que también es capaz de responder adecuadamente a los otros a través de la compasión (empatía+acción) y esto, dado que nos “ha tocado” compartir el mismo tiempo y espacio y somos seres sociales por naturaleza, deberíamos practicarlo más a menudo escuchando las opiniones diferentes, atendiendo a las emociones de los demás y pudiendo sentirlas.
«La EMPATÍA es más poderosa que el odio y nuestras vidas deben estar dedicadas a hacerlo viral.» (Zak Ebrahim)
Lidia Agüero Ramos
GABIENTE Agüero.
Publicado el 2 de octubre del 2017 en: http://superpsicologa.com/module/bcblog/post/14-13-empatia-y-apatia.html